El legado oculto en el sistema educativo: Un llamado al cambio para un sistema educativo más inclusivo

  

¿Hemos sido formados por un sistema racista y genetista? Esto podría ser más cierto de lo que se piensa. En el campo de la educación moderna, varios pioneros han influido en la forma en que evaluamos y moldeamos el aprendizaje. Edward Thorndike, reconocido como uno de los padres de la psicología educativa, definió la teoría del aprendizaje por ensayo y error y la “ley del efecto”, que destaca cómo las acciones seguidas de resultados positivos tienden a repetirse. Sus ideas impulsaron el desarrollo de herramientas que hoy son centrales, como las pruebas estandarizadas, el aprendizaje adaptativo y los sistemas de gestión del comportamiento en el aula. Sin embargo, el análisis crítico de estos legados revela cómo una serie de concepciones reductoras del ser humano y del aprendizaje han contribuido a perpetuar prácticas que, en su núcleo, pueden restringir el potencial humano.

Thorndike compartía una visión elitista y determinista sobre el aprendizaje y la capacidad humana. En su obra The Psychology of Learning, en donde se refiere al papel de la eugenesia en la educación expresa que:

‘Un servicio seguro de los buenos y capaces es engendrar y criar descendencia, y un servicio seguro (casi el único) que los inferiores y viciosos pueden realizar es impedir que sus genes sobrevivan’.


Conexiones entre los conductistas: evaluación, control y herencias controversiales

Para comprender cómo algunos principios educativos siguen reproduciendo inequidades, es crucial explorar cómo las ideas de Thorndike y otros conductistas estuvieron influenciadas por un contexto en el que la eugenesia y el determinismo genético, promovidos por Francis Galton, marcaban el tono de las ciencias sociales. Galton defendía que ciertas capacidades y características sociales estaban genéticamente predeterminadas y que algunas poblaciones tenían una superioridad innata. Esta visión permeó profundamente a Thorndike y a otros psicólogos conductistas, quienes, bajo la aparente neutralidad de la medición y la cuantificación, contribuyeron a un sistema que frecuentemente limitaba las oportunidades de quienes no encajaban en sus modelos.

Thorndike creía firmemente en la cuantificación de habilidades y en la evaluación estandarizada como medio para clasificar a los estudiantes. Este enfoque, sin embargo, favorece un conjunto de habilidades y conocimientos enmarcados en ciertos contextos culturales. De forma similar, John Watson, fundador del conductismo, asumía que el comportamiento humano podía moldearse exclusivamente a través del ambiente, sin considerar los factores internos o culturales específicos. Esta postura, en apariencia imparcial, en realidad estandarizaba los resultados esperados, creando barreras para aquellos estudiantes cuyos contextos y antecedentes les dificultaban adaptarse a esos estándares.

B.F. Skinner, otro conductista influyente, desarrolló el concepto de condicionamiento operante, en el cual el aprendizaje y el comportamiento podían moldearse a través de recompensas y castigos. Aunque Skinner no defendía ideas abiertamente racistas, su metodología puede ignorar las diferencias culturales y contextuales de los estudiantes, sobre todo en su aplicación educativa. En el contexto de la educación moderna, donde las recompensas y castigos son comunes, los estudiantes de entornos desfavorecidos pueden ser marginados al no responder de la misma manera a estos estímulos.

Alfred Binet, quien diseñó las primeras pruebas de inteligencia, también vio sus métodos reinterpretados bajo esta influencia eugenésica. Aunque su intención inicial era identificar a los estudiantes que necesitaban ayuda, el uso de sus pruebas derivó en herramientas de segregación y exclusión. Su prueba, adaptada en Estados Unidos por Lewis Terman como el test de Stanford-Binet, fue utilizada para respaldar jerarquías racistas y clasistas, y así justificar segregaciones educativas y laborales. La premisa era que las capacidades intelectuales estaban predeterminadas, lo cual reforzó una narrativa de exclusión y limitó las oportunidades de crecimiento y desarrollo para minorías y personas de bajos ingresos.

El sistema educativo y la meritocracia: Una competencia desde diferentes líneas de partida

En la actualidad, el sistema meritocrático sigue siendo ampliamente promovido en las instituciones educativas bajo el argumento de recompensar el esfuerzo y la capacidad. Sin embargo, este sistema opera sobre líneas de partida desiguales, en las que los estudiantes de contextos más privilegiados tienen más oportunidades para destacar. La meritocracia, en teoría justa, en la práctica ignora las barreras estructurales que enfrentan los estudiantes menos favorecidos, promoviendo una clasificación que rara vez reconoce las desventajas de origen. Las pruebas estandarizadas y los sistemas de recompensas reflejan esta lógica, jerarquizando a los estudiantes según criterios que no consideran las inequidades estructurales.

A medida que el contexto político actual permite el resurgimiento de discursos de exclusión y ultraderecha, es alarmante observar cómo algunas prácticas educativas, sin una revisión crítica, pueden reforzar esta dinámica. La estructura de clasificación de “mérito” fomenta una competitividad que poco se asemeja a una sociedad equitativa, y es un recordatorio de la relevancia de analizar críticamente estos sistemas.

El Llamado: Hacia una Educación Equitativa y Transformadora

El legado de Thorndike, Watson, Skinner y otros se refleja en prácticas de evaluación y control que, sin una introspección profunda, pueden seguir reproduciendo inequidades. Para avanzar hacia una educación realmente inclusiva, es fundamental cuestionar estos legados y adaptar las prácticas educativas a una visión que considere las diferencias culturales, socioeconómicas y contextuales de los estudiantes. Los modelos educativos necesitan evolucionar desde una perspectiva justa e integradora que valore el potencial único de cada individuo.

Construir un sistema educativo más inclusivo es posible, y depende de nuestra disposición a revisar críticamente las bases de las metodologías actuales. Al desafiar estos modelos de clasificación, estamos creando oportunidades para transformar el sistema educativo en uno que realmente promueva la equidad y el crecimiento humano en su máxima expresión. Este es un llamado a padres de familia, educadores, gestores y líderes a tomar un rol activo en esta evolución, porque en sus manos está el poder de construir una educación que empodere y no limite, que incluya en lugar de excluir. La educación debe ser el terreno fértil donde cada estudiante encuentre las herramientas para desarrollarse plenamente, y esta es nuestra oportunidad de construir ese camino.

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